martes, 21 de noviembre de 2023

¿Bien relativo?

En el presente escrito hemos de examinar si el Bien es relativo, tal y como Luis ha afirmado.

En primer lugar, con el fin de poder entendernos y sacar algún fruto de todo esto, creo conveniente concretar qué entendemos cuando afirmamos que el Bien es relativo. Comenzaré por el término relativo.

Husserl, lógico y filósofo, diferenció hasta tres tipos de relativismo. Aunque lo hiciese con motivo del concepto de verdad, creo que su esquema nos puede servir para este caso. Básicamente, habría un relativismo subjetivista (en este caso, algo está bien si así lo determina el individuo), un relativismo cultural (en este caso, algo está bien si un grupo así lo decide) y un relativismo específico o antropológico (en este caso, algo está bien si una especie, como la humana, así lo decide). Como decía, Husserl se refería a estos relativismos en el ámbito de la verdad. Cuando hablamos de verdad, se ve claramente que ésta no puede ser relativa porque si afirmamos que la verdad es relativa, estamos cayendo en una contradicción (un contrasentido, como Husserl lo llamaba). En efecto, en el momento en el que afirmamos que la verdad es relativa, estamos afirmando una verdad que no es relativa, a saber, que la verdad es relativa. Es decir, habría una verdad: que no hay verdad. La contradicción es patente y el relativismo debe ser descartado cuando nos referimos a la verdad. Además, si la verdad fuese relativa, no habría posibilidad de hacer ciencia. Mantengamos esto presente.

Pero volvamos al tema que nos incumbe: el bien. Aunque bien y verdad no son conceptos idénticos en nuestro lenguaje, la refutación relativista que hace Husserl, se puede aplicar análogamente al concepto relativista del bien. Lo veremos más adelante. Ahora conviene aclarar qué entendemos por “bien”. Digamos que cuando hablamos de bien (al menos en los términos en los que se desarrolló la discusión), lo hacemos en un sentido moral. Estaríamos empleando el término bien en el sentido de moralmente correcto.

Por tanto, creo que podemos estar de acuerdo que cuando decimos que el bien es relativo, nos referimos a que lo moralmente correcto es relativo a un sujeto o colectividad, es decir, que lo moralmente correcto lo decide cada sujeto o grupo de sujetos. Siendo esto así, una acción podría estar bien para una persona o grupo de personas y ser, al mismo tiempo, totalmente reprochable para otros sujetos.

Llegados a éste punto, hemos de pararnos a hacer una aclaración. Leyendo el párrafo anterior, alguien podría pensar que, puesto que hoy en día vemos que a alguien una cosa dice parecerle bien y a otra mal, es una prueba de que en efecto, el bien es algo relativo. Sin embargo, que la gente emplee una palabra de un determinado modo o se comporte de una determinada manera, no es indicativo de que el bien sea relativo. Si la gente tiene una idea relativista del bien no es porque ésta sea así en realidad, sino porque se ha impuesto esa mentalidad. Teniendo esto en cuenta, esos argumentos que tratan de sostener que el bien sea algo relativo apoyándose en hechos históricos o culturales (por ejemplo, el que antaño se lapidase a las adúlteras en ciertas regiones) quedarían invalidados. Porque que algo se haya tratado de una determinada manera, no quiere decir que aquello que tratamos de estudiar en sí mismo considerado sea así. Me explico con un ejemplo: el hecho de que antes se pensase que la tierra era el centro del universo y hoy en día se piense que ese lugar lo ocupa el sol, ni quita ni añade nada a la posición real de la tierra en el universo. Digamos que la verdad de las cosas no varía en función de lo que se opine de ellas. Podemos llamar al rojo azul y al azul rojo, pero lo que es cada color no cambia. Así, el bien será algo determinado independientemente de que antes se dijese de él una cosa y mañana otra.

Es preciso también apuntar que cuando hablamos de que el bien no es relativo, no queremos decir que el bien sea algo como una suerte de ser escondido al que hemos de acceder. A veces, los relativistas, se creen que aquellos que niegan la relatividad del bien, lo hacen porque piensan que hay una idea de bien casi matemática, como un sol que alumbrase todo. Pero esto es una concepción equivocada. Algo parecido sucede cuando se dice que hay una verdad. Mucha gente parece que casi le otorga a la verdad una entidad concreta, casi corpórea. Y no me resisto a decir que sucede similar con la metafísica cuando ésta es presentada como la ciencia que se encarga del ser en cuanto al ser e inmediatamente salta algún que otro listillo constando la inexistencia del “ser”, como si se refiriese a una entidad remota y corpórea que recibe tal nombre.

Dicho esto, continuemos con nuestro breve estudio. Al igual que la verdad es una propiedad de los juicios, el bien es una propiedad de otro fenómeno humano: las acciones. Y tanto los juicios como las acciones morales son actitudes propias del hombre. Decía Aristóteles que una de las cosas que nos distingue de los animales es la capacidad de discernimiento moral, es decir, saber lo que está bien y lo que está mal. Del mismo modo que cuando decimos que la verdad no es relativo, lo que queremos decir es que un juicio es verdadero si lo que se dice se adecua con la realidad; decir que el bien no es relativo, equivale a decir que la acción que el sujeto lleva a cabo está bien o mal moralmente, independientemente de lo que el sujeto entienda por bien. Y me atrevo a afirmar que si en la verdad lo relevante es la adecuación, en el bien lo importante es el fin de la acción. Cuando valoramos una acción, intentamos dilucidar si el fin de ésta es algo bueno.

En este sentido, creo que puede ayudar una escueta mención al principio fundamental que rige la realidad: el de contradicción, que vendría a afirmar que algo no puede ser y no ser a la vez y en el mismo sujeto (con las matizaciones que ello requiera). Por ejemplo, no puedo ser viejo y joven a la vez. Tampoco puedo ser negro y blanco a la vez. Y aquí hay que hacer una matización, pues algún avispado podría argüir que puedo tener una parte de mi cuerpo blanca y otra negra. Por ello antes hemos aclarado que hay que hacer matizaciones, por ejemplo, a ese avispado habría que responderle que no puedo ser negro y blanco a la vez en el mismo punto de mi cuerpo. Por tanto, éste principio nos muestra que las cosas son de una determinada manera que el sujeto no puede variar. Dicho con otras palabras, nadie puede cambiar la realidad. Es además un principio innegable, pues el negarlo ya sería afirmarlo. En efecto, si niego que algo no puede ser y no ser a la vez, estoy afirmando que algo puede ser y no ser a la vez, pero eso ya es ser algo que no es otra cosa. De éste principio básico se deriva otro que dice que de dos afirmaciones opuestas, es decir, la negación y la afirmación, sobre una misma cosa, una de ellas es necesariamente verdadera y la otra es falsa. Si digo que el cielo es azul y alguien me dice que el cielo no es azul, una es sí o sí verdadera y la otra falsa. Es el llamado principio del tercero excluido.

Estos dos principios se ve que funcionan claramente con la noción de verdad, pero creo que puede servirnos para la de bien, pues como antes decía, bien y verdad guardan cierta relación. Pues decir que el bien es relativo, en cierto sentido, violenta estos dos principios, pues, por un lado, afirmaríamos que una acción puede ser buena y no serlo a la vez, y por otro lado, estaríamos diciendo que dos afirmaciones opuestas sobre lo mismo (que algo es bueno y que eso mismo es malo) son ambas verdaderas. Como se ve, entraña cierta contradicción.

Hasta ahora, hemos expuesto argumentos de tipo más “filosóficos”, pero creo que también se puede hacer una aproximación desde una perspectiva más “pragmática”, si se quiere, incluyendo incluso argumentos ad hominem.

Para empezar, afirmar que el bien es relativo implica asumir que no hay ningún acto que sea intrínsecamente malo. Es decir, que actos como el asesinato de bebés recién nacidos, la violación de menores de edad, la trata de personas, la esclavitud o la mentira no son malos de por sí los haga quien los haga, sino que depende de quien lo juzgue, puede estar bien. ¡OJO! Repito la misma advertencia de antes, que alguien pueda decir que una cosa sea de una determinada manera o que en otras épocas se hayan hecho las cosas de una determinada manera, no equivale a decir que la cosa misma sea así. Decir que el bien es relativo quiere decir que todos esos actos pueden estar bien. Sin embargo, a ningún hombre se le ocurriría decir que actos como los mencionados puedan ser buenos de ninguna manera, sino que siempre serán malos sí o sí. Esos actos no están mal porque así lo determinemos nosotros, sino porque son esencialmente malos por ellos mismos.

En realidad, la afirmación de que el bien es relativo es intentar acabar con la idea de que existe una ley natural por miedo a las implicaciones que ello conlleva. El relativismo moral no es el punto de partido, sino de llegada. Se quiere eliminar de los esquemas la ley natural y por ello se acaba afirmando que el bien es relativo. Sin ley natural, cualquier cosa puede estar bien. Ingenuamente hay quien dice que si hablamos de bien y de mal es por cuestiones culturales. Si a Hernán Cortés le hubiesen dicho esto, se hubiese quedado patidifuso, pues uno de los motivos que le llevan a conquistar América es ver las atrocidades que cometían los aztecas poderosos contra su pueblo. Hay otros que afirman que el bien es relativo pero que en aras de garantizar la convivencia, es el Derecho lo que debe determinar lo que está bien y lo que está mal. Es lo que se llama un moralismo legalista, es decir, las cosas están bien si la ley lo permite. Así se entiende que hoy en día haya gente que piense que el aborto o cualquier otro comportamiento (sea polémico o no) es una cosa buena puesto que la ley lo permite. Pero si de verdad es la ley la que determina lo que está bien y lo que está mal, ¿qué nos hace pensar que lo que hoy todos defendemos como bueno apoyándonos en un texto legal mañana no lo sea? Por ejemplo, en unos meses podría promulgarse una ley por la que legaliza el asesinato de aquellas personas que en el metro no dejen sentarse a los ancianos. ¿En serio hay alguien que pueda creer que asesinar de ese modo a gente pueda ser algo bueno? Además, cabría decir que si el bien es relativo, el Estado no se puede erigir como juez y verdugo, no puede tomar medidas punitivas contra sus ciudadanos, pues cada cual obraría de acuerdo a su idea de bien y no habría delito alguno realmente.

Lo que lleva a la gente a negar que hay ley natural es un anhelo de poder hacer lo que uno le dé la gana sin que haya nadie que le diga que lo que hace está mal, porque en el fondo, todos sabemos en nuestro corazón cuándo hemos hecho algo mal, cuando nos hemos equivocado y alejado del bien. Nuestra conciencia nos persigue hasta que reconocemos nuestra culpa. Si uno es humilde, admite su error, pero si uno se envenena con la soberbia, es incapaz de reconocer su falta y, lo que es peor, trata de llamar bueno a lo malo y se vuelve como una serpiente furiosa contra todo aquel que se atreva a señalar su error. En el fondo, el relativismo moral es una teoría que dudo que nadie en el fondo de su corazón sea capaz de creer. Me parece que es más una actitud de conformismo en la que el hombre cobarde se estanca para no tener que pasar por el mal trago de decir que algo está mal. Está claro que denunciar (no en el sentido jurídico) una maldad conlleva un esfuerzo que no siempre se ve recompensado por el resultado, por lo que nos puede resultar más cómodo callarnos y escudarnos en esa idea vaga de que “cada uno es libre de hacer lo que le parezca”. No es más que una actitud de pasotismo, de no enfrentarse a los problemas y quedarse a vivir como un caracol: dentro de nuestra caracola. Algunos lo disfrazan, como digo, de un falso respeto hacia la libertad, pero no es más que un fruto del individualismo en el que nos movemos hoy en día, en el que sólo importa el yo. La verdadera libertad, como nos enseña Aristóteles, se preserva obrando el bien, no haciendo lo que a cada cual se le antoje. Puesto que esto que voy a decir no es propiamente el tema de la discusión, baste simplemente con mencionarlo: es falsa la idea de que cada cual puede hacer lo que desee si a mí no me molesta.

Pero no hace falta irse a casos muy extremos. Decir que el bien es relativo implica que ninguno de nuestros políticos pueda ser criticado, pues en el fondo todas sus decisiones serían buenas si así se lo representan ellos mismos. Salir a protestar contra la amnistía, como ocurre hoy en día, carecería de sentido, pues el Gobierno no estaría haciendo nada malo. Pero tampoco podrían corregir los padres a sus hijos o regañarles cuando yerren, pues todo lo que hiciesen los hijos estaría bien si así lo deciden. No podría existir el arrepentimiento, puesto que no habría mal si uno se convence de ello. Tampoco sería necesaria la educación ética o de valores, puesto que cualquier moral que se formase cada uno sería válida. Como se ve, si damos por correcta la teoría de que el bien es relativo, no podríamos levantar una sociedad (que es lo que sucede hoy en día, puesto que todo es relativo, nos sumimos en el individualismo y se hace imposible la convivencia entre los ciudadanos). Si el bien es relativo, no se puede mantener viva una polis, no puede mantenerse sana una patria. Anquilosa la posibilidad de hacer política y de que cada uno desarrolle una vida plena. Si el bien es relativo, ¿qué sentido tiene defender tu patria, tu familia, la fe, unas ideas, tus proyectos personales, disfrutar con los amigos, enamorarse y amar a alguien de manera incondicional, por ejemplo? Sería igual de bueno hacer éstas cosas como sus contrarias. Decir que el bien es relativo es igualar al amor y al odio, a la verdad y a la mentira, a la unión y la división. Es caer en el nihilismo más absoluto. Ese nihilismo en el que vivimos hoy en día, en el que cualquier valor moral queda diluido, desaparece, pues todo da igual. Ante éste planteamiento, se hace difícil vivir, pues para qué sufrir, por ejemplo. En definitiva, el relativismo moral aniquila al hombre.

La idea de que el bien es relativo es la tentación más antigua que se conoce. Es un intento de igualar al hombre con Dios. La serpiente tienta a Eva haciéndola creer que puede ser como Dios porque si come del fruto prohibido, podrá saber (decidir) lo que está bien y lo que está mal. Es un “seréis como dioses”, no tendréis que obedecer, sois soberanos de vosotros mismos, haced lo que se os antoje. El querer afirmar que el bien es relativo es el ataque a los mandamientos de Dios más directo y a la vez más sutil que atraviesa la historia. Es engañar al hombre con la idea de que dispone de plena autonomía, que no necesita nada más que a sí mismo para completarse.

Leyendo éste último párrafo, alguien un poco sagaz podría acusarme de querer imponer mis ideas a otros, o que yo pienso lo que pienso por mi fe cristiana. Pero ambos argumentos son absurdos, pues pueden ser utilizados en sentido contrario y serían igual de eficaces, es decir, no demuestran nada. Yo podría acusar a un ateo de querer imponer su visión de las cosas desligada de Dios a los demás y que piensa lo que piensa por no tener fe. Como se aprecia, utilizar este tipo de argumentos que no atacan las ideas, sino a la persona que las profiere, no tienen fuerza alguna.

Es quizás con este tipo de argumentos no tan filosóficos, donde se ve más claramente los peligros a los que se enfrenta el hombre de nuestros días (y de cualquier época, en realidad) cuando intenta convencerse de que el bien es relativo.

Baste todo lo dicho por ahora respecto a si el bien puede ser relativo.

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